
Actualizado el domingo, 29 mayo, 2022
Visitar la Iglesia de Todas las Naciones
La Iglesia de Todas la Naciones o Basílica de Getsemaní se encuentra, como su propio nombre indica, junto a los Jardines de Getsemaní. En las faldas del Monte de los Olivos a las afueras de Jerusalén. Es una Iglesia custodiada por la Orden de los Franciscanos de Tierra Santa, pero en su interior se puede celebrar el culto en las distintas variantes del cristianismo: católicos, ortodoxos orientales, armenios, protestantes, luteranos, evangélicos, anglicanos, etc.
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Historia
El templo actual se levanta sobre los cimientos de otras dos basílicas anteriores, una más antigua de Época Bizantina, del s. IV d.C. aproximadamente que fue destruida por el terremoto del 746, y otra de la Época de las Cruzadas, siglo XII, que fue abandonada en el 1345. La iglesia moderna, en cambio, se construye entre el 1919 y el 1924 gracias a la participación de distintas naciones que financiaron el proyecto, de ahí su nombre Iglesia de las Naciones.
Una vez adquirido el terreno, comienzan las obras de construcción y al excavar los cimientos se encuentran con los vestigios de un pavimento bizantino que obligó al arquitecto, Antonio Barluzzi, a recuperar los restos de la iglesia anterior dedicada al Salvador, que hoy podemos admirar al exterior del pórtico sur de la iglesia actual, y a modificar los planos del nuevo proyecto.
Descripción
La Iglesia de las Naciones consta de un único edificio dividido en tres naves que corren paralelas separadas por dos filas de columnas y cubiertas por seis cúpulas dedicadas a las doce naciones que intervinieron en su construcción: Argentina, Italia, Bélgica, Brasil, Francia, Canadá, Chile, España, Alemania, México, Reino Unido, Estados Unidos. Mientras los mosaicos que lucen en el ábside fueron donados por Irlanda, Hungría y Polonia y la corona de hierro forjado que rodea la Roca de la Agonía fue un regalo de Australia. El templo fue construido en piedra rosa de Belén y Lifta, procedente de las canteras de Jerusalén. La fachada de ingreso al templo está sostenida por columnas coronadas por las estatuas de los cuatro evangelistas y el tímpano decorado con un fresco que representa al Padre, al Hijo y al sufrimiento.
Los ventanales con forma de arcos están recubiertos en su interior por paneles de alabastro que transmiten esa sensación de agonía a la iglesia, a través de colores como el violeta, el azul y el dorado que representan la agonía y el cielo nocturno estrellado. La iluminación interior proviene de los candelabros por lo que es tenue y lúgubre.
La mesa del altar es en forma de cáliz que simboliza las palabras que de la boca de Jesús salieron en este preciso lugar: «Padre aparta de mi este cáliz de amargura, pero si esto no es posible que se cumpla tu voluntad». Justo delante del altar encontramos la Roca de la Agonía rodeada por una hermosa corona de espinas, de 30 cm de altura, hecha en hierro forjado por el artista Alberto Gerardi, sobre la que los peregrinos de todo el mundo, desde tiempos remotos, se arrodillan para acariciarla y orar como lo hiciera Jesús aquella noche de jueves santo entre lágrimas y sudor que se convirtieron en sangre que fue derramada en esta misma roca, tal y como se muestra en el hermoso mosaico que preside el ábside central sobre el altar, obra del maestro Pedro D’Archiadi. En los ábsides laterales se ven representadas las escenas de la traición Judas y a los apóstoles coronados que le acompañaban obra de Mario Barberis.
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